Konichiwa bitches! Estas creo que fueron las primeras palabras que dijimos al encontrarnos en suelo nipón. Nos sorprendió gratamente comprobar que la ciudad esta realmente estallada de graffiti, aun con la educación y rectitud que achacamos a la manera de ser japonesa (quizá culpa de las películas de samurais que tanto nos gustan) y las penalizaciones por graffiti que pueden llegar a ser motivo de prisión. Lo más característico de esta ciudad son, quizá, las alturas y las pegatinas, tanto de autóctonos como de visitantes, en su mayoría yankees, pero estas últimas son algo escandaloso: La absoluta superpoblación de pegatinas deja sitios literalmente forrados en simbiosis con las maquinas de refrescos que pueblan todas las esquinas. Pudimos ver como las campañas de limpieza son muchas pero no suficientes.
Calles repletas de gente, muchos borrachines nocturnos, transportes carísimos donde no es raro ver gente durmiendo con los móviles en la mano o lo que es más raro aún: Dormirse borracho y despertarse con él y sorprenderte con que siga ahí. Tampoco es raro toparte en la calle con abrigos o carteras muy visibles que alguien colocó ahí con la esperanza de que sean encontrados por sus dueños. Infinidad de neones y carteles con personajes e iconos como el «ratón» mascota de la policía (Sí, la policía tiene una mascota: PIPO-KUN) o los vecinos de «el barrio te mira» entre muchos otros.
En definitiva: otra cultura y un lugar digno de ver al cual nosotros no dudaremos en regresar. Sin más te dejamos con una gran selección de fotos de las zonas que recorrimos, disfruta y sayonara baby!