Nos pasamos por la ciudad que en tiempos remotos fue un campamento militar romano y la cuna del parlamentarismo, ya que albergó las primeras Cortes de la historia de Europa (allá por el 1188). Dejando de un lado las clases de historia, su hermosa catedral y demás edificios emblemáticos amen de su calidad en tapas y la sabrosa cecina, transmite un aire antiguo, que se ve y se palpa tanto a través de sus tiendas y habitantes, como en sus paredes, ya que quizá sea una de las ciudades con menos graffiti que hemos pateado.
Murales que aguantan desde hace ya ni se sabe, piezas corrompidas por el clima, pisadas con los clásicos «fulanita te quiero» y más bien poca escena en la calle (salvando tres o cuatro puertas en las que no entra ni un alfiler). Parece que en el municipio de Castilla y León es más el daño que ha podido hacer la visita de algún foráneo que otra cosa, aunque también da la sensación de que una nueva generación de escritores esta manchando la ciudad. A continuación instantáneas tanto del centro como de alguna que otra zona de mural.